miércoles, 24 de julio de 2019

Los contenedores

Estoy muy asqueado con los contenedores de basura. Son antiestéticos, molestan, generan olores innecesarios... y gustan a los progres, luego tienen que ser algo malo. Cada vez hay más, hasta el punto de que va a llegar el día en que ocupen calles enteras para que el ciudadano recicle todo lo que pueda. Da mucho coraje verlos por todas partes, estropeando vistas de bonitas calles. Uno ya no puede hacer una foto sin que salga toda esa basura. Hace un tiempo yo reciclaba, pero ahora me da mucha pereza. Vivo más tranquilo desde que no lo hago. Ya sé que esto es el sacrilegio moderno.

    Antiguamente la basura se dejaba en la puerta de la casa, de noche, y era recogida por los basureros puntualmente. Sí, el camión era un poco molesto, pero nada comparado a tener que soportar a diario cómo a las 12 o a la una de la madrugada, cuando cierra el bar frente a casa, vierten los vidrios, uno a uno en el dichoso contenedor. Además, ya no molesta un solo camión. Después de soportar la tortura de uno, aparece otro camión a los 5 minutos. Por otra parte, los modernos contenedores no son aptos para ancianos ni personas con discapacidades. Cuesta abrirlos una barbaridad. Sé que se han dado cuenta del asunto y que los nuevos ya tienen incorporada una apertura baja que soluciona poco el problema.

    Otra cuestión interesante es por qué si ayudamos a las instituciones en el reciclaje, no se nos paga nada. Es más, tenemos que pagar impuestos. ¿Por qué no se nos paga la parte que pagamos de un objeto, como puede ser el papel, el plástico o el cristal cuando lo reciclamos? ¿Quién se queda con nuestros despojos? El reciclaje es un asunto muy lucrativo. Con nuestro gesto "solidario" estamos lucrando a alguien. En Alemania puedes devolver los cristales al supermercado a cambio de una pequeña cantidad de dinero. Es lo justo. Pero en España reciclamos gratis y creemos que estamos contribuyendo al sostenimiento y salud del planeta. 

    En definitiva, que la recogida de residuos se ha convertido en un esperpento, que da una imagen horrenda de nuestras ciudades y que nos están volviendo locos con lo que tenemos que hacer con nuestras inmundicias. Como todo en esta vida,  el asunto es más bien económico. Pero que no cuenten conmigo.