jueves, 8 de agosto de 2019

El Aviador Dro y las obreras especializadas




No he sido muy seguidor de grupos musicales españoles, salvo contadas excepciones. Prácticamente casi todos los grupos surgidos en los años setenta y ochenta eran imitaciones de lo que ocurría en Inglaterra. El Aviador Dro me gustaban, a pesar de que sabía que eran una copia de Devo. Ellos no lo ocultaban. Acaba de publicarse “Aviador Dro, anarquía científica”, un libro de Patricia Godes que recopila la historia del grupo. El formato del libro es excelente pero el contenido deja mucho que desear. El problema es que, lo que en su época fue tomado como ironía, se pretende convertir en algo serio. El libro se compone de diversas colaboraciones. José Manuel Costa comienza diciendo que “el futuro en realidad empieza en el siglo XVIII, con la ilustración y el avance de las ciencias”, típico tópico de la leyenda negra española, que viene a significar que España estaba sumida en las tinieblas y que en Francia o Inglaterra sí que sabían más que nosotros. Al parecer, los españoles conquistaron el mundo a base de una misteriosa ignorancia en ciencias y llegaron a los más recónditos lugares del mundo siendo unos trogloditas. “… La verdad es que no soy capaz de vislumbrar el futuro. Es más, pienso que este sistema nos ha raptado el futuro. Una de las justificaciones ideológicas del sistema capitalista era el progreso y la idea de que con este sistema iríamos a mejor respecto a los sucesivos sistemas monárquicos inmovilizas que todo lo que permitían era imaginar utopías, como la de Tomas Moro, pero no futuro. Se nos decía que con este sistema íbamos a conquistar el futuro”. No entiendo muy bien qué tiene que ver el capitalismo con Tomás Moro. ¿Acaso la admirada Inglaterra no es una monarquía? ¿Quién nos robó “el futuro”?  El texto está plagado de la Leyenda Negra que los españoles nos tragamos sumisos durante tanto tiempo. 


El artículo de Elena Cabrera es infumable. Comienza haciendo alusión a los castigos corporales a los sufridos alumnos de la España franquista, como si en la misma época éstos no se dieran en Francia o en Estados Unidos. Por supuesto, “se canta el ‘Cara al sol’ por la mañana”. Pertenezco más o menos a la misma generación que El Aviador Dro y yo no recuerdo haber cantado jamás ese himno. No digo que no se cantara, pero en los años 60 y 70 estaba completamente en desuso y, además, no era obligatorio. Que lo cantara algún alumno del Aviador Dro no significa que fuera la norma en España.  “Un niño con discapacidad se lleva todas las de perder, le sacan a la pizarra para reírse de él y le ponen orejas de burro”. ¿Cómo se puede tener tanta desfachatez? Jamás en mi vida he contemplado una escena semejante. En todo caso, es desternillante deducir que en la España de Franco había acoso escolar cuando en la actualidad sigue siendo un problema. Seguidamente, otro tópico. Puesto que la educación estaba en manos de curas, se nos inculcaba que “Adán y Eva son nuestros antecesores. Un alumno levanta la mano. Pero eso ¿cómo encaja con la teoría de Darwin sobre la evolución del mono hasta llegar al hombre?, pregunta. Los cuarenta y cinco alumnos aguantan la respiración, a la espera de la reacción del maestro, que finalmente dice: ‘a ver si el que desciende del mono es usted”. Todos los niños se ríen en la cara del compañero. Un día cualquiera en el Isidro Almanzán”. Me pregunto cómo es posible que prácticamente toda nuestra generación, educada en los principios del nacional catolicismo, terminara en un militante ateísmo. ¿En la España de Franco no se enseñaba ciencias naturales? Más adelante Elena Cabrera se atreve a escribir que “un dictado comenzaba diciendo “la raza principal es la blanca”. Seguramente esa máxima se repetía en las escuelas de todo Occidente, no solo en la España franquista, pero aquí lo que cuenta es despistar al personal y perpetuar la idea de que la España de Franco estaba a años luz de la ilustrada Francia. Estoy convencido de que eso de que “la raza principal es la blanca” también se decía en las escuelas francesas, inglesas o italianas… pero ¿acaso ha sido la raza negra la que ha llevado al hombre a la luna? ¿Acaso para nosotros mismos nuestra raza no es la principal? Resulta curioso comprobar cómo se acusa a la religión de promover la ignorancia, cuando ha sido el laicismo el encargado de eliminar asignaturas del conocimiento humano y ha convertido nuestras universidades en fábricas de ignorantes. 


Más adelante, Elena Cabrera escribe que Servando Carballar, el líder del Aviador Dro, percibía el olor a marihuana en un portal y que sus padres viajaban sin parar… lo que permite deducir que en la España franquista se fumaba marihuana y se viajaba. Por la misma época, en los países comunistas, la gente vivía encerrada en sus países y era controlada mañana, tarde y noche, pero los progres insisten en lo de “La España gris de finales de los sesenta”. Sin embargo, la España de los años sesenta era bien en color. Fueron los años del boom económico y el país se encontraba disfrutando de los avances tecnológicos exactamente igual que sus vecinos europeos. El colmo viene cuando, nuestra Elena Cabrera nos recuerda que Servando Carballar estudió en un colegio segregado. Así a bocajarro suena como si esa España fuera Sudáfrica. Por cierto, hoy día muchas feministas de nuevo cuño abogan también por la segregación en la educación. Yo también fui segregado durante la primera parte de mi educación y no me ha quedado ningún resquemor. 


“Mientras la clase política construía una nueva superestructura democrática sobre los pilares de la Ley de Reforma Política, la juventud de las clases populares y trabajadoras hacía su propia Transición, mucho más transgresora, viva y divertida que la propuesta por el franquismo remaquillado”. Lo bueno de tener cierta edad es que uno recuerda perfectamente que la juventud de entonces pasaba mucho de la política y de Franco. Conservo revistas de la época y sé de lo que hablo. Por aquel entonces, los jóvenes no mencionábamos a Franco jamás. En cuanto murió, fue prácticamente olvidado. Buena parte de la juventud de entonces acabó enganchada a la droga. Al parecer, morir de sobredosis de heroína es una ejercicio de libertad maravilloso al que Franco privó a los jóvenes. Leo entrevistas del grupo de la época y no veo por ninguna parte referencias a Franco. 


Elena Cabrera menciona el terrorismo de Cristo Rey, pero se le olvida el terrorismo de ETA o del GRAPO, por ejemplo. Se pretende presentar como antifranquistas a los grupos musicales de entonces cuando lo cierto es que los grupos de la llamada “Movida” apenas hablaban de política. Uno de los atractivos precisamente de los grupos “modernos” de entonces era que no mencionaban a la política, ya que quienes lo hacían, que eran los cantautores como Serrat etcétera, no interesaban para nada a esos jóvenes. Se encontraban en las antípodas. 


Una de las inspiraciones de El Aviador Dro fue el movimiento conocido como “Futurismo”, fundado por Marinetti. En el libro, prácticamente no se menciona que el “Futurismo” acabó unido al fascismo (muy de paso se menciona en dos ocasiones, advirtiendo al lector de que el Futurismo también abrazó el anarquismo). Y aquí es donde se comete el error de considerar al fascismo un atraso. Roger Griffin ha demostrado con creces que el fascismo fue un movimiento de carácter modernista. La admiración del Aviador Dro por la técnica ya se encuentra en el fascismo y, especialmente en el nacionalsocialismo, tan plagado de inventos (los admirados cohetes son un invento nazi, no se nos olvide). 


El libro contiene frases tan insufribles como “Margaret Thatcher, Ronald Reagan y Karol Wojtyla se afanaron en dar la vuelta a la tortilla que habían cocinado los avances científicos”, ¿a qué tortilla dieron la vuelta? ¿Acaso la humanidad sufrió un retroceso tecnológico tras el paso de esos personajes? Después, por eso de apostar por la discriminación positiva racial, se incide en que las grandes figuras de la década de los ochenta eran negras: Michael Jackson, Prince y Tina Turner, figuras por cierto, que tienen muy poco que ver en el mundo del Aviador Dro.  El apéndice de acontecimientos históricos es un totum revolutum donde llega a aparecer la “Primavera árabe”, aquel movimiento periodístico televisivo que no llevó la democracia a ningún país, y, cómo no, el movimiento 15M, ese fiasco de chavales a los que se les hizo creer que el papá Estado se lo tiene que dar todo y que la derecha es la gran culpable de todos sus problemas. También deja claro que la mayor manifestación en la historia de los USA fue contra Donald Trump. Todo el libro tiene un tufillo a Podemos y al PSOE del idiota de Pedro Sánchez, que no son sino simples marionetas de quienes idiotizan a la sociedad con consignas baratas como el racismo, el feminismo o la lucha LGTBI. Nada de todo eso me parece que puede tener cabida en un futuro. Por supuesto, el feminismo se deja notar a lo largo de todo el libro, llegando a mencionar manifestaciones feministas supuestamente históricas, o la parida de que en Arabia se ha llegado al increíble hito histórico de que las mujeres conduzcan. Es un delirio absurdo. Se llega a escribir “Obreras y Obreros especializados”, lo que resulta estomagante. Por supuesto, el papel de la mujer tiene su apartado, por más que, en su conjunto, sea más testimonial que otra cosa. 


El colaborador Jesús Rodríguez Lenin se lleva la palma. Nos lleva a su terreno explicando la transición española a su manera, con perlas del tipo “nadie con dos dedos de frente condenó ese atentado”, en referencia al asesinato de Carrero Blanco. Menciona a Luís García Berlanga, “conocido por su leve oposición al régimen y su humor cínico”, pero se omite su participación en la División Azul. No está de más recordar estas palabras de Berlanga, recogidas en "Los cuadernos inéditos de Berlanga:

         "La Falange ha creado el clima necesario para la germinación del Imperio. Imperio que cuajará el día en que, con un fusil al hombro, Franco nos señale el primer objetivo."


 Rodríguez Lenin se queja de que en la España franquista no se podía estudiar “de forma objetiva sistemas políticos como el socialismo, el comunismo o el anarquismo”, cuando es de sobra conocido que los libros comunistas se vendían perfectamente durante el franquismo, por lo menos en los últimos 15 años del régimen. Por supuesto, menciona a la censura, como si en nuestros países vecinos no existiera entonces, o como si no existiera en la actualidad. Pero el señor Rodríguez Lenin, erre que erre con el catecismo que los españoles se tenían que tragar mediante atroces sufrimientos. Eso sí, abundan loas al comunismo y a la Revolución de Octubre. Por algo el sujeto firma como “Lenin”. En todo caso, puestos a comparar adoctrinamientos, dudo mucho que en un futuro se distinga el de Franco de el de Pedro Sánchez. Hoy mismo he estado en una piscina municipal y los altavoces no paraban de lanzar consignas contra el heteropatriarcado, todo muy “1984”. 

La manida frase “cuarenta años de dictadura y la España gris de la Transición” resuena a lo largo de la obra como un mantra, queriendo dar la sensación de que cuando aparecen grupos como El Aviador Dro se vio por fin la luz, que aquella gris España era imposible. Lo que no explican es cómo aparecieron los grupos fetiches como Devo en Estados Unidos o Kraftwerk en Alemania, donde no tuvieron a Franco. 

Cuando era adolescente a mí también me gustaban las consignas tipo “derribar para construir”. Incluso puede que me tomara en serio sus panfletos. El problema, creo yo, nos viene dado cuando, ya talludos, seguimos en la misma línea. Las personas que no cambian en su vida no son interesantes. Resulta patético ver a un punk de 60 años con la misma guisa que cuando tenía 20. En su día compré el LP “Alas sobre el mundo” y el maxi “Programa en espiral”, que me gustaron mucho. Los sigo escuchando. Les vi en directo, en una pequeña sala, con muy poco público. Pero estuvieron simpáticos y entregados. Fue un gran concierto. 

El libro es un buen intento de recopilar la historia del Aviador Dro, con muy buena presentación, pero que termina resultando agotador por el omnipresente tufo progre. Confieso que me he perdido con el significado de “Nuclear sí”. Me ha dado la impresión de que la canción es presentada como un aviso y denuncia de la energía nuclear. Pero lo más seguro es que yo lo haya entendido mal.