domingo, 3 de mayo de 2020

La intelectualidad gorrona




El colectivo de artistas, intelectuales y demás palmeros del régimen está pidiendo al Gobierno que no se les abandone. Es decir, piden dinero como siempre. He llegado a oír a un actor decir que ellos son “bien de primera necesidad”.  Un bien de primera necesidad son cosas como el pan, un médico o un fontanero. Se puede vivir perfectamente sin ir al teatro. De hecho, vivimos perfectamente sin hacerlo. Si hacemos una estadística sobre la cantidad de veces que vamos al año al teatro, a un concierto o al cine, veremos que sobrevivimos más o menos bien sin acudir a esos eventos. Uno come todos los días, pero no va todos los días a un espectáculo. 

Por supuesto que muchos artistas van a sufrir la crisis. ¡Como todo hijo de vecino!. Faltaría más. Yo he cobrado menos de la mitad de mi sueldo este mes e imagino que mi poder adquisitivo irá bajando a partir de ahora, ya que el endeudamiento en el que se está metiendo el Gobierno nos va a arruinar. 

Los intelectuales y artistas gorrones son casi siempre los mismos. Ponen esa cara de pobrecitos, intentan convencer de las bondades de sus trabajos y piden subvenciones. Casi todos están cortados por el mismo patrón. Son los mismos que salen a manifestarse cuando no ganan las elecciones los suyos. No son demócratas. Son gorrones hijos de Willi Münzenberg, cuyo mayor logro fue convencer a la intelectualidad de las bondades del comunismo de Stalin. 

El arte y la cultura no deben estar subvencionadas. Aplicar subvenciones a la cultura tiene ya un nombre: propaganda. El verdadero arte surge de los estratos más alejados del poder. El ministerio de cultura es hoy el ministerio de propaganda. El ministerio de cultura, ¿subvenciona y promociona películas en las que se trate de manera imparcial la Guerra Civil? ¿subvenciona películas en las que se trate bien a un falangista, por ejemplo? Por tanto, ya sabemos lo que son las subvenciones: propaganda para el populacho y dinerito para que nuestros intelectuales puedan llevar su ritmo de vida. 

A diario las cadenas de televisión afectas al régimen, todas prácticamente,  contactan por videollamada con las casas de muchos artistas y éstos nos dan ánimos con frases ya estomagantes como “esto lo vamos a superar unidos”, “de ésta salimos”, “vamos a ser mejores personas” y demás monsergas manidas hasta la náusea. Y lo dicen desde sus preciosas casas con jardín, bien decoradas, en donde al resto de mortales nos gustaría, no solo vivir el confinamiento, sino no salir nunca de allí. Es lamentable ver cómo, con cada conexión, aparece el famosete de turno, contento en su gran confinamiento, animando a que el resto lo hagamos siguiendo las medidas draconianas de su gobierno progre. 

No hay que dudarlo. Todos estos artistas, intelectuales y famosetes de tres al cuarto, estarían en pie de guerra si el gobierno de turno fuera de derechas. Cuando nuestro Gran Hermano Sánchez nos dé suelta, a buen seguro las masas le volverán a votar, contentas por su gran bondad. No tenemos nada que hacer. 

En España no habrá paz ni progreso hasta que no desaparezcan, por este orden, el PSOE, Podemos y la hueste de “artistas” e “intelectuales” que les aplauden y hacen que nos roben de nuestros impuestos para llevárselo calentito. 

miércoles, 8 de abril de 2020

La España progresista y solidaria


Voy a dejar apartado el debate sobre si hay muchos viejos en España, si son un estorbo, si son muy caros para el Estado o si sirven para algo. El debate me parece miserable. Todos vamos a llegar viejos, unos más que otros. Vemos en los telediarios el drama de las residencias de ancianos. Vemos los ataúdes. Vemos el holocausto al que se está sometiendo a nuestros ancianos. En medio de esta pandemia inaudita, no me sorprende. Llevamos años de estéril debate sobre derechos sociales como si éstos no tuvieran fin. Llevamos años con feminismo hasta en la sopa, debates sobre el sexo de los niños y demás majaderías. Pero, ¿cómo es posible que en una sociedad saturada de derechos sociales nuestros ancianos  estén cayendo como moscas? La respuesta es sencilla: porque no vivimos en una sociedad solidaria. Vivimos en una sociedad donde solo prima el “yo”. Por tanto, pocos están dispuestos a sacrificar su vida por sus padres. Los ancianos en España o viven solos o son apartados en residencias a 3000 euros al mes. El español prefiere gastarse los ahorros de sus padres en residencias que hacerse cargo de ellos. Y ahora, en medio de esta pandemia, vemos cómo nuestros mayores mueren sin remedio. Ese es el peor crimen de los españoles y su basura de progresía. 

Cuando yo era pequeño, los abuelos vivían sus últimos años  en casa de uno de sus hijos. No se abandonaban en residencias. Quienes mienten sobre el franquismo no le llegan ni a la suela del zapato a sus antepasados. Pero el hecho es perfectamente constatado: los viejos morían mejor con Franco. 

Pocas personas están dispuestas a sacrificar el estéril ocio moderno para cuidar de sus mayores. 

España no necesita más manifestaciones del orgullo gay ni de feministas descerebradas. No quiero vaticinar las consecuencias de esta pandemia. Mi impresión es que, si pasa alguna vez, los españoles seguirán siendo exactamente igual de egoístas. Estamos viendo las consecuencias de la solidaridad de postín. Pasen y vean el espectáculo de nuestras morgues. A nuestros ancianos los han matado sus propios hijos. Y seguirán desapareciendo de este estercolero mundo feliz.