lunes, 8 de febrero de 2016

De Cerdos y titiriteros


No había duda de la transformación ocurrida en las caras de los cerdos. Los animales, asombrados, pasaron su mirada del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo; y, nuevamente, del cerdo al hombre; pero ya era imposible distinguir quién era uno y quién era otro.”

La cita aparece al final de “Rebelión en la Granja” de George Orwell. Se trata de una novela corta que todos conocemos. Está adaptada incluso para niños. Tendemos a adaptar a los autores a nuestros propios criterios. Y Orwell lo mismo entusiasma a la extrema izquierda que a la extrema derecha. Todos extraemos sus frases y nos encantan. Sin embargo, las palabras de Orwell no dejan lugar a duda: los políticos se acomodan y aquello que prometían con nitidez lo terminan transformando en complicados galimatías ininteligibles. 

Pues bien. Ya tenemos transformado al último cerdo. Pablo Iglesias, que acostumbra visitar al Jefe del Estado con camisa abierta, ha acudido a una gala de cine con esmoquin. Evidentemente, la indumentaria, precisamente de lo que más se habla, es lo de menos. Lo importante es el acto en sí. Nuestro Pablo Iglesias, presentado a sí mismo como el máximo baluarte del cambio, como el máximo baluarte contra la corrupción, asiste a un acto repleto de personajes en donde el corporativismo es marca de la casa. No existe un gremio más cerrado, con más amiguísimo ni con más tufo a corrupción que el mundo de los artistas. El mundo de los titiriteros contemporáneos es lo más alejado del pueblo que nuestra sociedad pueda tener. Los artistas actuales son tratados con un respeto desmedido solo porque nos entretienen. Su comportamiento arrogante y egoísta es incompatible con un mundo igualitario porque ellos mismos aceptan ofrendas y beneplácitos con una avidez propia del capitalismo que nuestro Pablo Iglesias denuncia con tanto ahínco. Pero Pablito, en su afán por conquistar el poder, está dispuesto a representar cualquier papel que le sea propicio. 

Ada Colau, alcaldesa de Barcelona no elegida por mayoría, acaba de pedir la libertad para unos titiriteros, detenidos por promulgar loas a ETA. La alcaldesa alega el manido y millones de veces repetido eslogan “Libertad de expresión”. Sin embargo, no me consta que la Colau se haya pronunciado a favor de Pedro Varela, encarcelado por vender libros. Claro, la libertad de expresión es solo lo que ella, el comunismo y el liberalismo quieren. Nada más. 

Es verdad. El pueblo tiene mala memoria. Pero con Podemos, Pablo Iglesias, Ada Colau y demás adláteres, el pueblo tiene amnesia.