jueves, 24 de marzo de 2016

Conciencia social falsa

“Me has decepcionado, César Cadaval”, he podido leer en una red social tras la publicación de una fotografía del humorista con un guepardo recién abatido. Nunca he sido partidario de las llamadas “Redes Sociales”, que han acabado siendo un terreno vulgar en donde la gente lanza exabruptos de moda o fotografía su día a día hasta la nausea. Pero qué cabe esperar del populacho. Los que ahora se dedican a masacrar al famoso de turno, hace no mucho acudían a las ejecuciones públicas con entusiasmo. Aparentemente es menos nociva su última afición. Lo que no me cuadra mucho es que los propios famosos, celebrities, o como quiera llamárseles, se adhieran a la tonta costumbre de las redes sociales. ¿Para qué tiene una red social un famoso si su red social siempre ha sido la misma prensa? Bien, esto solo nos confirma que las celebrities son tan tontas como la masa. Nada más. Y hete aquí, que de vez en cuando, el famoso comete un “error” y termina publicando una foto con un guepardo muerto, como es el caso de César Cadaval.  Para que el hecho en sí se convierta en “viral” y la chusma termine abominando el caso, tiene que haber otro famosete con miles de seguidores que lo repruebe. Y, eso es todo, el asunto termina en la prensa y con la ralea entretenida por unas horas. 

Reconozco que he tenido suerte con mis ídolos. Ninguno me ha decepcionado por completo. Por eso son ídolos. Tengo amigos a los que les gusta Joaquin Sabina pero que son contrarios a las corridas de toros, al contrario que él. Las opiniones de los escritores e intelectuales suelen acabar casi siempre en decepción. Pero no es mi caso. Todos mis ídolos son perfectos para mi. Pero tengo el suficiente fuste como para intuir la personalidad de alguien como César Cadaval. Su actitud no me ha decepcionado, entra simplemente en una posibilidad. Por tanto, seguiré disfrutando de su humor sin ninguna merma sobre lo que el personaje me sugiere. Es lo que tiene ser animalista desde hace más de veinte años. El postureo progre de red social es lo que no me creo en absoluto. ¿Pero realmente alguien cabal se puede creer que de repente esta España se ha convertido de la noche a la mañana en defensora de los derechos de los animales? La misma España que se echa a las calles descontrolada por el alcohol para torturar animales, año tras año, no puede cambiar tan pronto. Es imposible. Lo que me lleva a sospechar que el pretendido humanismo barato que rezuma por los medios de comunicación no es más que la quinta esencia del oportunismo, la zafiedad y la mentira más absoluta. 

No se crean esa defensa a ultranza de los derechos humanos ni de animales que nos inunda por todas partes. Es mentira y, lo que es peor, es peligrosa. Si el próximo 7 de julio en Pamplona se dejan de correr los San Fermines juro que me hago un selfie con morritos, metiendo tripa y con el lema “Welcome refugees”. Mientras tanto, seguiré disfrutando de César Cadaval con las mismas expectativas que tenía de él antes del infortunado incidente. 

viernes, 18 de marzo de 2016

Venganza histórica




Existe una institución oficial para la vivienda llamada“Rosa Luxemburgo”. No muy lejos hay otro centro cultural llamado Simone de Beauvoir. Recientemente los ayuntamientos de Madrid y Barcelona, gracias a la Ley de la Memoria Histórica, se han propuesto eliminar todo vestigio franquista de sus calles. No me parecería mal si se decidiera no poner nombres de ilustres a las calles. Pero si se elimina a, pongamos por caso, Agustín de Foxá, pero mantenemos a Santiago Carrillo no estamos hablando ya de “memoria” sino de venganza histórica. 

Los ciudadanos terminan por ignorar quién fue el ilustre que tienen por calle. Pero los políticos no. Por eso mismo se debería impedir que los políticos nombrarán las calles. Porque no se trata de homenajear sino de derrotar a otros. Y ese eterno espíritu de revancha o cesa, o nos enzarzamos eternamente en ridículas disputas. Tiene verdadera guasa que una sociedad admita el nombre “Rosa Luxemburgo” para gestionar viviendas cuando el régimen comunista "repartió" a los obreros viviendas que eran de risa. Es como llamarle "Nowa Huta". 

Veo a un grupo de mujeres gritando consignas feministas. Se supone que vociferan a alguien,  no se sabe muy bien a quién. Las  cajas que llevan en sus cabezas son tan ridículas como sus consignas. Una de ellas lleva escrito “no nos morimos, nos matan!”. Además de víctimas del machismo, la mujer también es víctima del extremismo ideológico de nuestros días.  Todas las sociedades terminan alcanzando un extremismo brutal cuando tienen que defenderse. Alemania lo hizo en 1943 con la celebre consigna “Guerra Total”. China con la Revolución Cultural. Y nuestra ingenua democracia lo está haciendo ahora con el extremismo de los derechos humanos. En los últimos años la población está siendo convenientemente azuzada haciéndole creer que está perdiendo derechos, o que aún quedan muchos por conseguir. La globalización ha conseguido incluso que nos preocupemos más por el sufrimiento a miles de kilómetros que por el nuestro propio.

Recojo un folleto de una formación comunista e independentista. Entre sus consignas, cómo no, “feminismo en primera línea”, “apoyo de artistas locales”, “ecología”, “memoria histórica” y la última de las monsergas sociales, la “homolebotransfobia” (sic). Llegados a este punto, no me extraña en absoluto ver a un modelo masculino vestido de mujer, pretendiendo una normalidad que al final alcanzarán.




miércoles, 9 de marzo de 2016

13 Minutos de lo mismo de siempre


La película Das Experiment (El experimento) de Oliver Hirschbiegel trataba de analizar la respuesta de los seres humanos en cautiverio. En realidad pretendía ser una prueba de cómo la masa puede caer en el comúnmente llamado “fascismo”. A mi me pareció una tontería  que mostraba a unos tontorrones estudiantes. Años después con El hundimiento, el director mostró al público a un Hitler “humano”, lo que motivó ríos de tinta. 

En su última película 13 Minutos, Hirschbiegel relata el atentado contra Hitler de 1939.  Al final de la película, el espectador debe sufrir el ahorcamiento de un malvado nazi. Y el autor nos obliga a observar el interminable pataleo del reo hasta que cesa. Para hacer la escena más repulsiva, un cámara del régimen nazi graba el acontecimiento. ¿Alguien ha visto esa grabación real?: Nadie, claro. 

Durante la Segunda Guerra Mundial, los aliados hicieron una película falsa en la que se veían supuestas ejecuciones y la hicieron circular afirmando haberla obtenido de la resistencia alemana. Muchos creyeron en la veracidad de aquella filmación. 

13 Minutos es una película del género “los nazis son demonios” pero lo hace extensible a toda la población alemana. Por tanto, es una película anti alemana. El director utiliza un recurso extremadamente fácil, como es presentar de nuevo la crueldad nazi-alemana para garantizarse un éxito seguro internacionalmente. Nadie en EEUU, Francia o Gran Bretaña osará criticar la película. Sin embargo, estamos sobrados a estas alturas de ese género. No es necesario recordar lo que ya sabemos. 

Me preguntó si Hirschbiegel tiene pensado realizar una película sobre los bombardeos de Alemania o, más concretamente, de Dresde. Si tiene pensado realizar una película sobre las violaciones a niñas, ancianas y mujeres al término de la guerra. Si tiene pensado realizar otra sobre el mayor éxodo de refugiados en penosas condiciones de alemanes tras la guerra. También podría realizar otra sobre las torturas que sufrieron los alemanes, otra sobre la hambruna que sufrieron…. como vemos, material tiene de sobra. Sin embargo Hirschbiegel recurre de nuevo al fácil recurso de los malvados nazis. 

Hirschbiegel: eso ya no cuela. No vale.