Ayer recibí este mensaje. Tras
haber perdido las elecciones nuevamente, la izquierda se retuerce de rabia.
Como no encuentran explicación posible a su derrota, recurren al insulto. Sin
embargo, tras este aserto, “Llego a saber lo subnormales que sois y hago
elecciones”, en boca de, cómo no, Franco, se esconde toda una estrategia. Uno
se pregunta qué sería de la izquierda sin el generalísimo. Pues muy poca cosa.
La excusa de Franco es eterna. El dictador ha servido más a sus enemigos que a
sus partidarios. Los réditos que le siguen sacando no son despreciables. La Ley
de la Memoria Histórica, que cuanto más a la izquierda se esté más se quiere
endurecer, es la demostración. La izquierda no quiere pasar página. La
izquierda saca la mierda de hace décadas para obtener más poder. La izquierda
insulta a los españoles cuando no gana. Incluso no ganando, como es el caso de
donde gobierna, como Madrid, Barcelona, Valencia o Andalucía, la izquierda se
cree legitimada por el pueblo. La izquierda saca los trapos reivindicativos en
los balcones de los ayuntamientos (“Refugees Welcome”) y los hace extensibles a
su pueblo. Pero ellos no representan al pueblo. Sus artimañas para pactar
incluso con sus enemigos son bien conocidas.
Cuando la izquierda no puede
gobernar se debe a que el pueblo es subnormal. Y, si gobierna sin mayoría, el
pueblo es sabio. Con semejante panorama, uno entiende que en este país haya
habido una guerra civil, de la que estamos a punto de celebrar su 80 aniversario.
Por fin tenemos la prueba de
que el sistema educativo español no funciona: un reciente estudio
proclama que el votante de Podemos es mayoritariamente universitario. No solo
nos indica el fracaso del sistema educativo, nos constata a su vez que se puede
ser universitario y manipulable a la vez.