sábado, 19 de agosto de 2017

Los bolardos


Tras el (esperado) atentado de Barcelona, la prensa ha intensificado su discurso pacifista, no sea que crezca el descontento y la liemos. Aquí no puede cambiar nada, excepto la inclusión de bolardos en los lugares más concurridos. Esa es la respuesta de nuestra democracia ante una guerra moderna. Y, por supuesto, el mensaje de que aquí no ha pasado nada, y que la vida continua. Todo el mundo anima a las masas a que sigan paseando y haciendo la misma mierda de vida que hasta ahora.

La prensa, esa ávida de imágenes escabrosas, la aliada del tongo, incluso hace recomendaciones del tipo "Cómo explicar a los más pequeños el atentado de Barcelona". Los psicólogos, esos tontitos que saben mucho de la psique humana pero nada de política, se encargan de ello. El psicólogo es el nuevo cura. Y así, la sacerdotisa llega a sesudas conclusiones del tipo "los niños suelen hacer preguntas", "no hay que tener miedo a contarles la verdad". Pero ¿un padre medio español conoce la verdad?.

En nuestra bobalicona sociedad, que se pretende "aconfesional", la religión es la que sigue marcando el ritmo. Porque esa bobalicona sociedad, que denigra el cristianismo, se abre de par en par a una religión que le es ajena y le odia.

Lo más importante para que nuestra sociedad siga siendo bobalicona es que crea que "los discursos xenófobos, racistas y sobre todo islamófobos" son más peligrosos que los propios ataques.

Sigo recordando las manifestaciones organizadas por la izquierda que exigía la entrada de refugiados e inmigrantes básicamente religiosos. Eso es lo que hay que explicar a los niños. Hay que decirles que nos matan y que queremos que siga siendo así. Porque somos gilipollas a más no poder.

Nuestro enemigo, evidentemente, no es el islam. Nuestro enemigo principal somos nosotros mismos. Porque llevamos décadas de lavado de cerebro a base de películas, series de televisión y prensa.

Y hete aquí nuestra maravillosa respuesta: colocar bolardos. Uno recuerda la Línea Maginot, o el Muro del Atlántico, faraónicas construcciones modernas para contener al enemigo que fueron inútiles. Nuestra bobalicona sociedad sigue utilizando el hormigón, pero reducido a su expresión más triste y ridícula: los bolardos. Que Alá nos coja confesados.