viernes, 8 de septiembre de 2017

Democracia e independentismo


Soraya Sáenz de Santamaría ha dicho, con respecto a la actitud separatista catalana, que ha sentido “vergüenza”. Dice que nunca en la vida democrática  se ha visto semejante “abochornante espectáculo”. Lo que no dice Soraya es que ha sido precisamente esa democracia la que ha permitido que los independentistas y comunistas trasnochados hayan entrado en las instituciones. Las democracias occidentales de corte liberal solo han tenido dos enemigos bien conocidos: el fascismo y el comunismo. Al fascismo lo derrotaron ambos en 1945. Pero al comunismo le han dejado campar a sus anchas, por más que sea bien conocido el número de víctimas que ha provocado y sigue provocando. A ningún demócrata le tiembla el pulso para firmar leyes antifascistas. La famosa “Ley Mordaza”, que la izquierda abomina, es más dura contra el fascismo que para cualquier manifestante pañuelo palestino al cuello. Esa es la realidad. Pedro Varela sostiene el honorífico título de haber sido el único preso por cuestiones ideológicas. Que yo sepa, Pedro Varela no ha asesinado a nadie. Los marxistas de ETA sí han asesinado, y muchos ya campan a sus anchas por las calles, por mucho que aún existan presos encarcelados. 

Ha sido precisamente esa democracia que defiende Soraya Sáenz de Santamaría la que ha permitido el espectáculo que estamos viendo en Cataluña. Día si y día también nos hemos tenido que desayunar con las idioteces independentistas durante años, como si ese fuera el mayor problema de nuestro país. La autonomía catalana se ha dedicado durante décadas a lavar el cerebro de los niños y adolescentes. En Cataluña el número de espectadores de la televisión autonómica es considerablemente mayor que en el País Vasco. La cosa tiene su lógica: mientras que en el País Vasco ofrecen programas de deporte rural que nadie ve (pero que pagan todos los vascos) en Cataluña la televisión sí tiene un número importante de espectadores. Así pues, la labor de hormiga del gobierno catalán ha terminado dando sus frutos. Ahora pueden sacar a las masas a las calles reclamando independencia. Están adoctrinadas. En el País Vasco no merece la pena hacerlo, principalmente porque el vasco es un idioma endemoniado que no hay manera de imponer. 

El asunto solo tiene una forma de arreglo: la prohibición de partidos independentistas. Mientras eso no se haga, seguiremos con la matraca inmerecida. 


Ciertamente uno ve el parlamento catalán y se pregunta cómo es posible que semejantes impresentables ostenten poder. Tampoco el parlamento español se libra. Ver a sus señorías actualmente es como ver una asamblea de instituto. Naturalmente, cuando el parlamento era copado por el PSOE y el PP, no era precisamente un lugar digamos honrado. Que se lo llevaban a manos llenas lo sabíamos bastante antes de que naciera Pablito Iglesias. A mi no me hizo falta que ningún comunista de nuevo cuño me recuerde que eran casta. Ya lo sabía. Y también sabía que quienes denuncian a la casta, son casta a su vez. Simplemente basta con leer “Rebelión en la granja”. Nada más.