viernes, 8 de abril de 2022

Lajos Ruff: La máquina de lavar cerebros

 


Cuando era joven cayó en mis manos un libro llamado “La máquina de lavar cerebros” de Lajos Ruff. El libro me lo prestó una compañera de clase y cuando se lo devolví no volví a saber nada de él. Sin embargo, nunca olvidé ese libro.Treinta años después y gracias a las facilidades que ofrece internet, pude comprarlo. Exactamente la misma edición. Lajos Ruff fue detenido por la policía comunista húngara y sometido a un proceso de varias semanas en “la cámara mágica”, método de tortura psicológica que recuerda mucho a “1984” de Orwell. El preso Ruff es reducido a una matrícula con el número 414. Winston Smith era el número 6079. Al igual que Smith, Ruff también pasó primero por la tortura física para terminar con una tortura psicológica. La figura paternalista de O’Brien que trata a Smith, tiene su semejanza en el doctor Laszlo Nemeth que trata a Ruff. Llama la atención que ambas figuras tratan con amabilidad al detenido. La pérdida de la noción del tiempo también aparece en ambas obras. Ruff nunca sabe si despierta por la mañana o por la tarde. Desconoce por completo si es de noche. Ruff no detesta al doctor Nemeth, quien había pasado doce años en la Unión Soviética realizando investigaciones psicológicas. El doctor le dice a Ruff:


- Déjese llevar, es la única manera de encontrar la felicidad en esta vida. 


Aquí encontramos otro paralelismo con “1984” cuando, Winston Smith, al final comprende: “Únicamente había que rendirse y todo lo demás venía solo”. A su vez, el doctor Nemeth le revela prácticamente lo mismo que O’Brien a Smith: “Lo que nos interesa no es sólo lo que la gente hace, sino también lo que piensa”. 


Las películas que le proyectan a Ruff son muy interesantes. Parecen pertenecer al género surrealista: “Un hombre fuma un cigarrillo; después lo tira y su mano cae con él. Una mujer se peina el pelo hacia atrás, pero, como si su mano fuese una navaja de afeitar, se le caen al suelo los cabellos. Un hombre calvo se rasca la cabeza, su dedo penetra en el cerebro, hurga entre las circunvoluciones y después le retira como si no se tratase de nada particular… Un hombre penetra en un río. Cuando sale, sus vestidos están secos”. 


Ruff también fue tratado mediante drogas. Le ponían inyecciones de mescalina. Resulta paradójico que este tipo de drogas acabaran siendo consumidas por la juventud occidental muy poco tiempo después. 


La cámara mágica era en realidad el símbolo de lo que los regímenes comunistas pretendían aplicar a toda la sociedad: “Todo el sistema monstruoso de la policía, apuntaba a convertir al país entero en una especie de cámara mágica donde se descargaría a los individuos de su responsabilidad de hombres e incluso del trabajo de reflexionar”. Como vemos, nos encontramos con otra similitud con la obra de Orwell. Otro aspecto que refleja bien el manicomio en que se convirtieron los regímenes comunistas, también reflejado en “1984” es la necesidad que tienen esos regímenes de arrancar la culpabilidad de las personas, quieran o no: “los acusados debían reconocerse culpables, no a causa de la violencia que se ejercía sobre ellos, no por la razón de los golpes, sino porque era necesario que fuesen, en el fondo, realmente culpables”. 


Finalmente, el protagonista es liberado durante la Revolución húngara. 


Lajos Ruff se exilió en Estados Unidos, donde dio un discurso sobre sus experiencias en una sesión del Congreso en Washington. Recordemos que en aquella época la Guerra Fría se hallaba en su momento de mayor paroxismo. 


Lo interesante del relato de Ruff es que las técnicas, para utilizar su misma expresión, de “lavado de cerebro” se encuentran perfectamente instaladas en nuestra sociedad. La cámara mágica que emplean en Ruff para distorsionarle la mente, recuerdan nuestros medios de información, destinados a un pensamiento único. Estos medios oficiales están perfectamente engrasados en los últimos años. La agresividad informativa y, sobre todo, la defenestración a la que se somete cualquier crítica, es muy semejante a la represión que condena el relato de Ruff y de la obra de Orwell. En la actualidad se ha suprimido la violencia física pero, al igual que Ruff y Winston Smith, los métodos paternalistas siguen empleándose contra la población, a la que se trata como si fuera incapaz de analizar nada.