
Mi barrio está repleto de inmigrantes. Cuando bajas a la calle, lo normal es ver mujeres árabes hablando entre ellas mientras sus hijos juegan. Esa labor nunca la hacen los hombres. Los chicos juegan. Pero lo hacen de otra manera a la de nuestros hijos, constantemente vigilados por sus primerizos padres, no sea que los secuestre algún malvado pederasta. ¿Por qué tenemos secuestrados a nuestros hijos? ¿Se han dado cuenta de que ni siquiera nos permitimos mostrarlos en televisión, en donde aparecen siempre rodeados por ese ridículo circulito de pixels? Hace no mucho vi a un recién nacido, hijo de famosos por supuesto, con su carita pixelada. Era una imagen patética. En Occidente es impensable pretender fotografiar a un niño. Los enloquecidos padres serán capaces de denunciarte por pederasta. En Japón es otra cosa. No tienen esa imbecilidad en la cabeza. Los padres japoneses casi se ofrecen a que fotografíes a sus hijos, porque están orgullosos de ellos.
Nuestros inmigrantes tienen más hijos que nosotros. Conservan esa bonita costumbre. Nosotros no, porque la costumbre antes de tenerlos es decorar la casa con todo tipo de cachivaches modernos, viajar y en definitiva “vivir” antes de tener un molesto hijo. Los inmigrantes de mi barrio tienen hijos a edad temprana. Nosotros ahora hemos decidido que es mejor ser padres rozando casi la vejez, porque nos han dicho que vamos a vivir mucho y bien. Además, ¿cómo vamos a ser padres con, pongamos por caso, 22 años? No por Dios, con 22 años el joven de turno aun tiene que drogarse y hacer botellones, claro. Tiene que vivir bien la vida. Nuestra próxima generación no habrá conocido a sus abuelos, habrá conocido a sus padres, convenientemente divorciados cuando ellos eran pequeñitos.
La chusma progresista siempre ha pensado que eso de la mezcla de culturas y razas es una idea maravillosa. Pero una cuestión es el pensamiento de la chusma, y otra muy diferente es la realidad de la presencia de inmigrantes en nuestras calles. Una cuestión es vender esa presencia, con importante calado entre nuestros ciudadanos idiotas, mediante artimañas solidarias, y otra es la realidad. No. Ellos no están aquí para que convivamos todos en armonía haciendo intercambios culturales. Ni siquiera están aquí para pagarnos las pensiones.
Un pensamiento bastante extendido afirma que nuestra civilización está más avanzada que la de ellos. Es más, la gente suele afirmar, tan campante, que los musulmanes van, más o menos, por nuestra Edad Media. La afirmación causa risa y estupor a la vez. ¿Por qué consideramos a nuestra civilización como “avanzada”? ¿Por qué creemos que aquellas civilizaciones, religiosas, están atrasadas por ese hecho? Nuestra chusma cree que por haberse quitado de en medio a la religión,es avanzada. Curiosamente, esa misma chusma es la que acude en masa a psicólogos y psiquiatras. Es la misma chusma que, oh maravilla, alejada de la religión, es incapaz de soportar el dolor, por muy insignificante que sea porque, a pesar de haberse despojado de Dios, aun se sitúa en el antropocentrismo.
La misma sociedad avanzada, casi reclamó la inmigración, por aquello de que la mezcla de razas y culturas es necesaria. Sin embargo, la mezcla de culturas es el fin de la más débil. Y, mucho me temo, que nuestra civilización está agotada.
Mientras observo la deriva intelectual de nuestra sociedad, me gusta observar a los inmigrantes de mi barrio. Les veo trabajar en sus pequeños comercios, montados sin nuestra estética de Ikea, con cuatro cachivaches. Les funcionan perfectamente. Tienen sus propias tiendas de alimentación, sus peluquerías… trabajan a cualquier hora. Lo de los derechos de los trabajadores es algo completamente ajeno a ellos. Uno se puede cortar el pelo a las 9 de la noche, mientras nuestra moderna peluquera, que ahora rechaza el término por el más sonoro “estilista”, se encuentra viendo en casa “El Intermedio”.
Uno de mis mejores amigos es musulmán. Nos conocemos hace más de 10 años. Ha conocido todos los placeres de Occidente pero sigue siendo musulmán. Yo prefiero mil veces hablar con él de cualquier asunto, que con un progre de los nuestros. Los cerebros de nuestra población, con sus ideas humanitarias, su falsa solidaridad de ONG y sus tontorrones derechos sociales, me aburren mortalmente.