domingo, 8 de noviembre de 2015

Inmigrantes identitarios

Me gusta observar el comportamiento de los inmigrantes, especialmente a los árabes. Cuando los observas, te das cuenta de que tienen un estilo de vida similar al nuestro hace años. Y lo digo como algo positivo. Los jóvenes árabes prácticamente están separados por sexos. En los países árabes es habitual verlos  agarrados de la mano. Recuerdo que cuando era niño siempre iba agarrado por la calle de mi mejor amigo. Eso es algo impensable hoy en día. El mismo Paul Bowles observó en su día que la practica de ir agarrados por la calle estaba desapareciendo en los países árabes por influencia occidental. Se empieza a considerar un acto homosexual. Es una contradicción más de las muchas que tenemos. Nuestra sociedad no solo tolera sino que casi aclama la conducta homosexual. Sin embargo, curiosamente, se apartan conductas que puedan desprender un “tufillo” homosexual, como es el ir de la mano por la calle con tu mejor amigo. Pues bien, la camaradería que observo en los árabes es muy similar a la que se tenía hace no mucho. Los árabes han sido acogidos en nuestra sociedad en base a nuestro concepto de solidaridad. Pero, a la larga, cuando observamos que siguen con sus costumbres, surgen voces discrepantes que sugieren que deben “adaptarse” (ese es el término más usado) a “nuestras costumbres”. ¿Pero cuáles son nuestras costumbres? Resulta que las hemos perdido casi todas y pretendemos que, los que llegan de fuera, se adapten, ¿pero a qué? ¿realmente creemos que las mujeres árabes se van a quitar sus velos y van a enseñar tanga por mucho que vivan en nuestro Edén? No lo van a hacer, por la misma razón que no lo han hecho nunca, por ejemplo, los gitanos. Porque, queramos o no, hay civilizaciones que siguen siendo identitarias. Son conscientes de su identidad y la quieren mantener. Y a mi eso me parece bien, incluso necesario. Solo que nosotros hemos dejado de ser identitarios.

Mi barrio está repleto de inmigrantes. Cuando bajas a la calle, lo normal es ver mujeres árabes hablando entre ellas mientras sus hijos juegan. Esa labor nunca la hacen los hombres. Los chicos juegan. Pero lo hacen de otra manera a la de nuestros hijos, constantemente vigilados por sus primerizos padres, no sea que los secuestre algún malvado pederasta. ¿Por qué tenemos secuestrados a nuestros hijos? ¿Se han dado cuenta de que ni siquiera nos permitimos mostrarlos en televisión, en donde aparecen siempre rodeados por ese ridículo circulito de pixels? Hace no mucho vi a un recién nacido, hijo de famosos por supuesto, con su carita pixelada. Era una imagen patética. En Occidente es impensable pretender fotografiar a un niño. Los enloquecidos padres serán capaces de denunciarte por pederasta. En Japón es otra cosa. No tienen esa imbecilidad en la cabeza. Los padres japoneses casi se ofrecen a que fotografíes a sus hijos, porque están orgullosos de ellos.

Nuestros inmigrantes tienen más hijos que nosotros. Conservan esa bonita costumbre. Nosotros no, porque la costumbre antes de tenerlos es decorar la casa con todo tipo de cachivaches modernos, viajar y en definitiva “vivir” antes de tener un molesto hijo. Los inmigrantes de mi barrio tienen hijos a edad temprana. Nosotros ahora hemos decidido que es mejor ser padres rozando casi la vejez, porque nos han dicho que vamos a vivir mucho y bien. Además, ¿cómo vamos a ser padres con, pongamos por caso, 22 años? No por Dios, con 22 años el joven de turno aun tiene que drogarse y hacer botellones, claro. Tiene que vivir bien la vida. Nuestra próxima generación no habrá conocido a sus abuelos, habrá conocido a sus padres, convenientemente divorciados cuando ellos eran pequeñitos. 

La chusma progresista siempre ha pensado que eso de la mezcla de culturas y razas es una idea maravillosa. Pero una cuestión es el pensamiento de la chusma, y otra muy diferente es la realidad de la presencia de inmigrantes en nuestras calles. Una cuestión es vender esa presencia, con importante calado entre nuestros ciudadanos idiotas, mediante artimañas solidarias, y otra es la realidad. No. Ellos no están aquí para que convivamos todos en armonía haciendo intercambios culturales. Ni siquiera están aquí para pagarnos las pensiones.

Un pensamiento bastante extendido afirma que nuestra civilización está más avanzada que la de ellos. Es más, la gente suele afirmar, tan campante, que los musulmanes van, más o menos, por nuestra Edad Media. La afirmación causa risa y estupor a la vez. ¿Por qué consideramos a nuestra civilización como “avanzada”? ¿Por qué creemos que aquellas civilizaciones, religiosas, están atrasadas por ese hecho? Nuestra chusma cree que por haberse quitado de en medio a la religión,es avanzada. Curiosamente, esa misma chusma es la que acude en masa a psicólogos y psiquiatras. Es la misma chusma que, oh maravilla, alejada de la religión, es incapaz de soportar el dolor, por muy insignificante que sea porque, a pesar de haberse despojado de Dios, aun se sitúa en el antropocentrismo. 

La misma sociedad avanzada, casi reclamó la inmigración, por aquello de que la mezcla de razas y culturas es necesaria. Sin embargo, la mezcla de culturas es el fin de la más débil. Y, mucho me temo, que nuestra civilización está agotada. 

Mientras observo la deriva intelectual de nuestra sociedad, me gusta observar a los inmigrantes de mi barrio. Les veo trabajar en sus pequeños comercios, montados sin nuestra estética de Ikea, con cuatro cachivaches. Les funcionan perfectamente. Tienen sus propias tiendas de alimentación, sus peluquerías… trabajan a cualquier hora. Lo de los derechos de los trabajadores es algo completamente ajeno a ellos. Uno se puede cortar el pelo a las 9 de la noche, mientras nuestra moderna peluquera, que ahora rechaza el término por el más sonoro “estilista”, se encuentra viendo en casa “El Intermedio”. 

Uno de mis mejores amigos es musulmán. Nos conocemos hace más de 10 años. Ha conocido todos los placeres de Occidente pero sigue siendo musulmán. Yo prefiero mil veces hablar con él de cualquier asunto, que con un progre de los nuestros. Los cerebros de nuestra población, con sus ideas humanitarias, su falsa solidaridad de ONG y sus tontorrones derechos sociales, me aburren mortalmente.