viernes, 18 de marzo de 2016

Venganza histórica




Existe una institución oficial para la vivienda llamada“Rosa Luxemburgo”. No muy lejos hay otro centro cultural llamado Simone de Beauvoir. Recientemente los ayuntamientos de Madrid y Barcelona, gracias a la Ley de la Memoria Histórica, se han propuesto eliminar todo vestigio franquista de sus calles. No me parecería mal si se decidiera no poner nombres de ilustres a las calles. Pero si se elimina a, pongamos por caso, Agustín de Foxá, pero mantenemos a Santiago Carrillo no estamos hablando ya de “memoria” sino de venganza histórica. 

Los ciudadanos terminan por ignorar quién fue el ilustre que tienen por calle. Pero los políticos no. Por eso mismo se debería impedir que los políticos nombrarán las calles. Porque no se trata de homenajear sino de derrotar a otros. Y ese eterno espíritu de revancha o cesa, o nos enzarzamos eternamente en ridículas disputas. Tiene verdadera guasa que una sociedad admita el nombre “Rosa Luxemburgo” para gestionar viviendas cuando el régimen comunista "repartió" a los obreros viviendas que eran de risa. Es como llamarle "Nowa Huta". 

Veo a un grupo de mujeres gritando consignas feministas. Se supone que vociferan a alguien,  no se sabe muy bien a quién. Las  cajas que llevan en sus cabezas son tan ridículas como sus consignas. Una de ellas lleva escrito “no nos morimos, nos matan!”. Además de víctimas del machismo, la mujer también es víctima del extremismo ideológico de nuestros días.  Todas las sociedades terminan alcanzando un extremismo brutal cuando tienen que defenderse. Alemania lo hizo en 1943 con la celebre consigna “Guerra Total”. China con la Revolución Cultural. Y nuestra ingenua democracia lo está haciendo ahora con el extremismo de los derechos humanos. En los últimos años la población está siendo convenientemente azuzada haciéndole creer que está perdiendo derechos, o que aún quedan muchos por conseguir. La globalización ha conseguido incluso que nos preocupemos más por el sufrimiento a miles de kilómetros que por el nuestro propio.

Recojo un folleto de una formación comunista e independentista. Entre sus consignas, cómo no, “feminismo en primera línea”, “apoyo de artistas locales”, “ecología”, “memoria histórica” y la última de las monsergas sociales, la “homolebotransfobia” (sic). Llegados a este punto, no me extraña en absoluto ver a un modelo masculino vestido de mujer, pretendiendo una normalidad que al final alcanzarán.